1946-1957: anhelos por lograr una Europa unida y en paz

Entre 1946 y 1957 un grupo de políticos se propusieron limar sus diferencias y llegar a realizar un sueño con el que generaciones de europeos habían soñado y nunca se había concluido: una Europa en unida y en paz. Estos políticos eran nietos de los que vivieron los convulsos años de las unificaciones de Alemania e Italia; hijos de los que sufrieron lucharon en la Primera Guerra Mundial, incluso alguno de ellos empuñó las armas en esa contienda; y ellos mismos vivieron las consecuencias nefastas y terribles de la Segunda Guerra Mundial. Todos ellos eran mayores, tenían experiencia y vivían con un deseo, legar a las siguientes generaciones un continente en paz y unido.

Durante los diez años que duró la gestación de la Comunidad Económica Europea, todos sus actores, que después reseñaremos, trataron de buscar los puntos en común que les unían y no aquellos que les separaban. En los discursos, en las intervenciones en organismos supranacionales, en los muchos debates a los que tuvieron que asistir, se comprueba cómo se va abriendo paso la idea de que existe la posibilidad de crear unas instituciones que permitan unir a los europeos.

Ese proyecto se sustentaba sobre unos principios y unas ideas, que ahora están diluidos y perdidos en la noche de los tiempos. El objetivo al que debían encaminarse los europeos estaba claro desde el discurso de Winston Churchill en 1946 en Zürich: “Si Europa lograra unirse un día a base de compartir su herencia común, la felicidad, la prosperidad y la gloria de trescientos o cuatrocientos millones de personas no tendría límites”. Es decir, la potencia de una Europa unida y que superara sus diferencias sería comparable al de cualquier otra nación emergente en ese momento y que se disputaba la supremacía mundial: los EE.UU. y la URSS.

Es sabido que el fin es lo primero en la intención y lo último en la ejecución. La historia que se pretende ilustrar con los discursos de este libro es el relato de la experiencia personal de cada uno de los líderes europeos, que vivieron y sufrieron en sus vidas el zarpazo mortal del odio y de la guerra, vieron truncados, al menos en dos ocasiones, sus sueños e ilusiones y, finalmente, tuvieron la fuerza interior suficiente para conseguir realizar el proyecto, que se convirtió en anhelo, en el que sus predecesores habían fracasado: integrar a las naciones de Europa política, social, económica y culturalmente en un plan surgido de las entrañas del viejo continente y no impuesto por agentes externos o por la fuerza de las armas. Todos estos políticos y hombres de Estado comprendieron que el fracaso de los intentos anteriores tuvieron su origen en un excesivo formalismo y rígido jurídico e institucional que buscaba la garantía de los procesos y institucionalización de las relaciones entre las naciones, sin ceder nada de soberanía. Esta actitud impidió, o no permitió dar un paso en la complicada integración de naciones en los ámbitos económico, político y social, tal como ahora tenemos el privilegio de contemplar y disfrutar, por ejemplo, en la Eurozona con el Euro como moneda común, o la libre circulación de personas por los países pertenecientes al espacio Schengen.

La intención de todos era clara: recuperar e integrar a Europa. ¿Era una utopía? Depende de la idea de partida. Los políticos aquí citados pensaron desde el principio en una extensión territorial amplia que abarcara también lo que conocemos como Europa oriental. Todos los Estados formaban parte de una unidad política, histórica y cultural, pese a las diferencias de lengua y de mentalidades. Este proyecto se tuvo que abandonar, con resignación y dolor como una amputación necesaria para salvar la otra parte de Europa, porque surgieron antagonismos irreconciliables entre los aliados que decidieron la división de Europa. La utopía cedió el paso a una actitud más realista que se circunscribió el proyecto a la parte occidental, pero nunca se perdió la esperanza de integrar a la otra zona. Se puede pensar que cedieron temporalmente a las circunstancias históricas, pero siempre tuvieron en su ánimo agregar esas naciones al proyecto común. La CEE, después UE ha seguido un proceso de ampliación constante y permanente desde 1973 .

1957: inicio del proyecto europeo

La evolución del proyecto europeo iniciado en 1957 hasta nuestros días ha sido la siguiente: • CEE-6 (1957-1972): En 1957, los seis estados fundadores de CECA constituyeron la Comunidad Económica Europea y la EURATOM. • CE-9 (1973-1980): En 1973, se incorporaron el Reino Unido, Irlanda y Dinamarca (incluida Groenlandia y excluidas las Islas Feroe). • CE-10 (1981-1985): En 1981, se incorporó Grecia. • EC10 (1986-1993): En 1986 se incorporaron España y Portugal. Previamente, en 1985 se retiró Groenlandia como consecuencia del referéndum de 1982. • UE-12 (1993-1994): En el año 1993 comenzó a usarse formalmente el término Unión Europea. Antes de esto, el 3 de octubre de 1990, la unión de la RFA y la República Democrática Alemana (RDA) en una nueva RFA unificada, se puede considerar una ampliación de la UE pero no un incremento de los estados miembros. • UE-15 (1995-2004): En 1995 se incorporaron Austria, Finlandia y Suecia. • UE-25 (2004-2006): El 1 de mayo de 2004 se incorporaron República Checa, Chipre, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta y Polonia. • UE-27 (2007-2013): En 2007 se incorporaron Rumania y Bulgaria. • UE-28 (2013 - actualidad): El 1 de julio de 2013 se incorporó Croacia.

El proceso no fue ni lineal, ni consiguió asentarse de una sola vez, como puede verse en la cronología ofrecida y en la evolución de los estados miembros. Hubo crisis y discrepancias que se superaron mediante la negociación y el cambio de orientación del proyecto. Algunas instituciones no lograron subsistir porque las naciones no veían clara su existencia y su utilidad, o porque seguían temiendo al vecino. Otras, en cambio, fueron fundamentales en algo que caracterizó el desarrollo de Europa: la cesión paulatina de parte de soberanía de los Estados miembros a la CEE y después a la UE.

Este punto aparece como esencial en todo el proceso. Sin él lo que hoy conocemos como UE y su ampliación no se habría logrado nunca. Pedir como condición necesaria e imprescindible para el éxito de la integración europea, la cesión de parte de la soberanía, era algo arriesgado y que en anteriores ocasiones había conducido al fracaso, pero sin esta actitud todo el proyecto carecía de sentido y tendería a convertirse en un “club” en el que los Estados más fuertes se impondrían a los más débiles y pequeños, y realmente no sucedió así. En este sentido cabe destacar el tremendo esfuerzo diplomático y político que llevaron a cabo las naciones del Benelux en todas las fases del proceso. Es justo reconocer que gran parte de las ideas, de las propuestas y de las realizaciones de la futura UE surgieron de la mente y de la conciencia de los políticos de Bélgica, Luxemburgo y los Países Bajos, quizá por necesidad de garantizar su supervivencia, pero sobre todo por el convencimiento de que la integración europea era necesaria para la continuidad de todos: grandes y pequeños.

Otra parte del éxito fue mantener la unidad respetando la diversidad. En el principio esto no quedó muy claro y la tentación de imponer a otros lo que se pensaba y se creía era más fuerte, que la comprensión y la búsqueda de elementos comunes sobre los que construir. Las circunstancias adversas, el hambre, las restricciones, la falta de medios, el miedo al avance soviético, etc., impulsaron a los europeos a construir sobre los que les unía y no sobre lo que les disgregaba. Los puntos de convergencia fueron los principios religiosos expresados en la fe común cristiana; la existencia de una valores antropológicos, sociales y políticos explicitados por la tradición filosófica y la ordenación de las relaciones sociales entre los hombres y de los ciudadanos con el Estado mediante un sistema jurídico, una cultura compartida y un deseo de superar las propias contradicciones que habían provocado guerras continuamente . Es decir, se pusieron en juego las creencias, los valores y los principios jurídicos que dieron lugar a instituciones y normas que ordenaron el proceso . La política tuvo como objetivo realizar la justicia y establecer la paz, en un mundo diverso que deseaba vivir unido y comprometido con un proyecto que les superaba individualmente. Dicho de forma muy gráfica, se buscó la forma mejor para lograr gobernar un conjunto heterogéneo de naciones en paz; este esfuerzo supone mantener un equilibrio social y una relación estable y constante de la unidad de lo múltiple y la multiplicidad de lo uno. De tal forma que cada parte se identifique y se comprometa con las demás en un mismo proyecto político que garantiza tu peculiaridad e identidad.

Una parte del éxito de la reconstrucción y de la integración europea fue la capacidad de los políticos de ir creando instituciones y organizaciones que fijaran los avances producidos. Dar forma jurídica a las ideas es una tarea tediosa, pero necesaria para ir ascendiendo por escalones firmes y seguros hacia la consecución del objetivo final. Sin esos hitos no se puede aspirar a conseguir metas más altas y más ambiciosas. Esta manera de actuar permitió construir una realidad política basada en la fuerza de cohesión del derecho, que ordena y permite la convivencia humana agrupada en diferentes comunidades buscando la justicia y la igualdad de todos. Esta es una de las razones por las que Europa ha vivido un largo período de paz desde 1945, a acepción del conflicto de los Balcanes. El derecho puso límites al poder y reguló su correcto uso, aplicación y control. Todo lo contrario de lo que había sucedido en las décadas anteriores.

Una característica esencial de los padres de Europa fue admitir que la política se realiza desde el presente, asumiendo el pasado y proyectándose hacia el futuro. El futuro no es el ámbito de la política, sino el destino en el que se proyectaron las reformas y se continua innovando, así se sustituye a la revolución como forma de conseguir derechos sociales, políticos, económicos y culturales . Intentar diseñar el futuro olvidándose de los condicionantes del pasado y de las exigencias del presente, es arriesgarse a perderlo todo. Ellos procedieron estableciendo las instituciones, dando contenido a los acuerdos, desarrollando organizaciones supranacionales, todo proyectado desde un presente actual hacia un mañana que se desea mejor en términos de paz, justicia y progreso.

El proceso que duró en sus inicios una docena de años, los actores y las naciones fueron creciendo en la confianza mutua. Se dignificó la existencia del ser humano rescatándolo de sus miedos y de la miseria, para conseguir realizar el sueño de convivir en paz. De esta manera el ciudadano europeo se consideró un fin para la construcción de un nuevo orden social y político -también económico-, en el que él era parte esencial e inescindible. Se buscaron criterios comunes de actuación, que cristalizaron en instituciones y proyectos que resolvieron problemas y abrieron nuevas posibilidades de desarrollo individual y colectivo. Pero sobre todo, se formularon creencias o certezas comunes que sirvieron para mejorar a los ciudadanos y la existencia humana creando un orden político nuevo basado en la racionalidad , la legitimidad y la legalidad, en el que el europeo volvía ser dueño de su destino.

Los europeos, sobre todo estos políticos que nos hablan desde las páginas de este libro, tuvieron la valentía y asumieron el riesgo, de poner por escrito en las declaraciones y los textos legales, que el principio fundamental sobre el que se asentaba la nueva Europa tenía que ser el valor y la dignidad de los hombres, que estaban llamados a vivir en libertad, a ser iguales en una comunidad política supranacional solidaria. Todas las naciones tenían que organizarse como democracias asentadas en un estado de derecho. Estas ideas constituyen factores fundamentales de la identidad de Europa de ayer y de hoy, y esperemos que también del mañana, por eso se introdujeran mecanismos e instituciones jurídicas y políticas que los garantizaban, para evitar experiencias dolorosas como las dos guerras mundiales que destruyeron una noción de Europa y aniquilaron los fundamentos sobre los que estaba asentada.

Se ha dicho que la UE surgió de la destrucción de Europa y en medio de dos antagonistas que se disputaban la supremacía mundial. En este contexto Europa debía construirse sobre la compatibilidad de su herencia histórica común y compartida durante siglos. Si deseaba ser un tercer interlocutor en el mundo que se iba a globalizar, necesitaba presentarse ante los demás con sus intereses unificados en un estructura política común, en la que los aspectos particulares cedieran su peso y su lugar a los de todos. Una muestra de esta tendencia es la creación del Euro como moneda de curso legal común, que es muestra de la unión económica y monetaria de un grupo de naciones que reclaman en la economía mundial su espacio y su peso.

Todos los avances que fijan el destino de una comunidad social suelen llevarlo a cabo Gobernar en paz supone mantener un equilibrio social y una relación estable y constante de la unidad de lo múltiple y la multiplicidad de lo uno. Siempre un grupo minoritario que asume el riesgo de ponerlos en marcha. Esta minoría creativa fueron los políticos que después de décadas de sufrimiento y frustraciones, fueron capaces de reconstruir un mundo nuevo sobre las cenizas de un viejo continente que había desaparecido. Caminaron sin mapas, pero con brújula porque sabían el rumbo que querían seguir, e hicieron el camino al andar superando las dificultades que salían al paso . La determinación de su voluntad logró alcanzar la meta con la que habían soñado desde el principio. La consecuencia fue regalar a los europeos gozar del más largo y fecundo periodo de paz y prosperidad de su dilatada historia gracias a la reconciliación operada por ellos entre las naciones y entres los europeos. Ellos concibieron su tarea política como un servicio ético a la comunidad social, cuyos objetivos irrenunciables eran la restauración de la paz, la justicia y un orden político construido sobre el derecho y controlado por él. Sus herederos debemos conservar lo conseguido, mejorarlo, adaptarlo a nuestras circunstancias y extenderlo al mundo entero, como nuestros antecesores hicieron durante siglos . Para lograrlo nada mejor que leer y escuchar sus palabras en las que desgranaron sus ideas, expresaron sus ideales y propusieron soluciones a un mundo que se debatía entra la vida y la muerte. La tarea producía vértigo, pero ellos la afrontaron con la decisión y la fortaleza del que se siente urgido por la necesidad rescatar a los seres humanos de una situación abyecta y miserable y conducirlos a la morada de paz y de la justicia; del bienestar y del progreso.