PINTOR


El legado pictórico de Isidro Gil Gavilondo tiene, en el panorama de la producción artística española de finales del siglo XIX y principios del XX, un destacado interés que traspasa, con fortuna, las estrechas fronteras locales.

No se dispone de muchos datos sobre su formación artística que, tal vez, se inicia durante su juventud en Burgos y, posteriormente, se afianza en Madrid donde quizá se forma en el Círculo de Bellas Artes, en la Academia de San Fernando o en el estudio de algún afamado pintor de la época.

La producción pictórica conocida de Isidro Gil es escasa, aunque nos permite observar los principios antes señalados en varias creaciones que van a obtener un cierto reconocimiento público en Exposiciones Nacionales. Tal sucede con su obra La Independencia de Castilla (1891), que refleja el valor aún presente de la pintura de historia, a través de una obra de gran tamaño y con cierto aire grandilocuente que aparece enmarcada en un entorno medieval presidido por un templo románico. O en la recreación de la elegíaca historia de Mazepa (1892), cantada por Lord Byron, en la que Gil muestra la concordancia con otra obra que relata el mismo tema del pintor Chasserieau.

Lamentablemente, se desconoce el paradero de la inmensa mayoría de su obra pictórica. Sólo a través de algunas fotografías, realizadas por él, como Pescadoras (1894) o de sus colaboraciones en la revista La Ilustración Española y Americana donde con cierta frecuencia se reproducen obras como Estudio de un pintor en el siglo XVIII, Escalera del renacimiento, Antes de la función, Hazaña del estudiante Juan de Gamboa en Bolonia, Cristóbal Colón tomando posesión de la Isla de San Salvador o La orden del General podemos hacernos una idea de esta faceta artística de Isidro Gil.